Hace unas semanas fui invitado a participar en el II Congreso Internacional de Marketing Político que se llevará a cabo en la Universidad Externado de Colombia el 5 y 6 de abril del 2019. Allí compartí mi experiencia llevando la cultura de la medición y evaluación de comunicaciones al mundo electoral. A pesar de esta experiencia, con frecuencia encuentro tres barreras: la desconfianza en la medición, los costos de la medición y la dificultad de lograr que la medición se traduzca, en medio del ritmo de una campaña en una decisión que haga la diferencia.
Por esta razón decidí compartir algunas lecciones que pueden resultar de utilidad a jóvenes talentos que quieren asegurarse que se diseña una campaña para conectarse con el elector y no para darle gusto al candidato o a su círculo cercano.
Los grupos focales son, en mi opinión, la herramienta más poderosa para la construcción el diseño de la historia, las pruebas de mensaje y para encontrar las palabras correctas en la búsqueda de un campo de batalla que me permita establecer contrastes definitivos que guíen al lector hacia mi propuesta y lo alejen de la propuesta del contrincante.
En el libro “Words That Work” de Frank Luntz, se encuentra una descripción y defensa de los estudios cualitativos, especialmente al contrastarlo con los estudios cuantitativos de opinión (P. 74-78)
La barrera de la desconfianza con los estudios cualitativos, especialmente sobre los grupos de enfoque o focus groups es alta en el mundo del marketing en general y en el mundo del marketing político en particular. A pesar de la claridad que puede aportar una buena investigación, encuentro con frecuencia algunos mitos que dificultan que una campaña tome la decisión de incorporar esta estrategia en su inversión inicial.
En mi experiencia la desconfianza que despiertan en algunos asesores de campaña los resultados de los estudios cualitativos están asociados a una mala selección de la población objetivo, una mala moderación y una traducción pobre de los resultados en recomendaciones.
Las preguntas correctas. En una sesión de psicoanálisis, un paciente revela en su conversación detalles de sus creencias, sus problemas de apego, su historia y revela trastornos del pensamiento y el potencial tremendo de la MENTE humana. En una resonancia electromagnética, un neurólogo puede observar la anatomía del CEREBRO, la sustancia gris, la blanca, descartar lesiones y observar presencia de malformaciones. Un neurólogo no puede esperar entender la anatomía del cerebro humano en una sesión de psicoanálisis, así como un psiquiatra no puede entender el estado de ánimo de un paciente, su forma de relacionarse con el mundo y cómo resuelve los problemas del día a día en una resonancia.
Ocurre lo mismo con los estudios cualitativos. Si yo espero que un estudio cualitativo me arroje pistas sobre preferencias ideológicas de la población, intención de voto general, posiblemente estoy haciendo las preguntas equivocadas. Los grupos focales nos revelan a través de la conversación ciudadana guiada las formas en la que construyen su mundo social, los acuerdos y desacuerdos que se han construido socialmente alrededor de temáticas, posiciones políticas y protagonistas electorales. Y, lo que es más importante, nos revelan las palabras que funcionan y representan correctamente la manera en la que el ciudadano ve el mundo y lo reconstruye en la conversación ciudadana.
La ejecución lo es todo. Así como hay buenos psicoanalistas que son capaces de encuadrar a un paciente en una conversación en la que un paciente nos da pistas de su relación con la autoridad, en su propensión a generar (o rechazar vínculos afectivos) y su forma de interpretar el mundo que lo rodea. También los hay malos que proyectan en el paciente sus asuntos no resueltos, que compare con otros pacientes, que induzca comportamientos. Ocurre lo mismo con las sesiones de enfoque. Si tenemos a un mal moderador, que tiene dificultades administrando la fina línea entre guiar la conversación y sesgar con sus propias creencias el ejercicio, que pone sobre la mesa lenguaje que el ciudadano no ha usado, que permite que el mismo ciudadano sea el que da primero su opinión en cada ronda, claramente vamos a tener un mal resultado que va a generar dudas y desconfianza a la campaña y a su equipo de comunicaciones.
Un reto adicional que se presenta en la realización de los cualitativos y que minan la credibilidad en su uso es una mala interpretación de sus resultados. Los pecados frecuentes son la literalidad y las profecías autocumplidas. Cuando el resultado de un estudio cualitativo excluye el debate entre el moderador y los expertos sobre los hallazgos tiende a ignorar información valiosa oculta detrás del impulso natural de los participantes a sobre-racionalizar sus opiniones y a darle más peso a las justificaciones secundarias que a las reacciones emocionales inmediatas. Un ejemplo clásico: con frecuencia los asistentes a un estudio cualitativo van a decir que no les gustan los enfrentamiento, que están cansados de las peleas entre los políticos, que no les gusta que suban el tono y tengan un trato incivil entre ellos. Todo esto, en abstracto. Sin embargo, cuando son expuestos a una pelea, tenderán a elegir a un bando. Una lectura literal puede llevar al consultor a recomendar a un candidato que evite las peleas. Una lectura más profunda puede llevar al candidato a saber lo que necesita para ganar una.
Profecías Autocumplidas. Este es el riesgo más grande que corre un estudio cualitativo. Aunque no lo encuentro con frecuencia, cuando ocurre es letal para una estrategia de campaña. Cuando un candidato, un consultor o un investigador tiene una convicción profunda sobre las expectativas ciudadanas o sus creencias, estas tarde o temprano se verán reflejadas en los resultados de un estudio cualitativo. Si una persona con la autoridad suficiente (candidato) o la intensidad suficiente (el moderador) resaltan un aspecto específico del estudio, este podrá mezclarse entre los resultados para aparecer como un resultado relevante sesgando sigilosamente los resultados.
En términos de costos, un grupo focal no es muy costoso. Existe la tentación de bajar los costos. Mi sugerencia es no tocar la moderación ni la bonificación. Ahorrar en estos componentes es poner en riesgo la calidad del estudio, y por lo tanto la calidad de las decisiones que se toman.
Uno de los retos de los cualitativos es su uso en campañas grandes de alcance nacional. Escalar la investigación cualitativa es un reto y sacar provecho a millones de puntos de datos sin contenerlos metodológica o visualmente puede ser un reto.
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Luntz, Frank (2007). Words that Work: it's not what you say, it's what people hear. Hyperion Books, New York.
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