martes, 2 de junio de 2020

La elección del miedo

Durante la emergencia del COVID-19, y a propósito de los debates detonados por una situación tan exigente para gobernar y marcar el rumbo de una ciudad o un Estado, he publicado una serie sobre los aportes que considero más relevantes de Neuman y Marcus (2000 y 2007) para la comprensión del efecto de las emociones en los asuntos públicos y específicamente en el proceso electoral. En esta entrada nos proponemos simplemente sugerir un camino para hacer frente al miedo en un contexto de ansiedad masiva. 

La elección del miedo

El miedo es una emoción de respuesta a un estímulo externo, en este caso un estímulo que crea un ambiente de ansiedad. En la medida que las reacciones emocionales no son mutuamente excluyentes al mismo tiempo y para el mismo sujeto y surgen de dos procesos emocionales preconscientes: entusiasmo y ansiedad (Ver entrada. Entusiasmo y ansiedad en la política), la valoración contextual puede llevar al mismo individuo a mezclar esa reacción con grados variables de esperanza, o de alguna otra emoción.  

Los entornos de ansiedad o entusiasmo los crean los hechos, pero con más decisión, las interpretaciones que hacemos de los hechos con palabras. Un actor político puede decidir construir un ambiente de ansiedad, en lugar de entusiasmo, para promover su agenda. Un grupo económico puede alertar a una sociedad que sin su vibrante aporte, podrían quedarse sin recursos para financiar la educación. Un político puede afirmar que si ese candidato, ese que habla de más, llega a ganar, nos convertiríamos en otra Venezuela. Una cadena de Whatsapp puede alertarnos, en las dosis correctas, sobre cómo decenas de hombres en camisetas blancas están saltando las rejas de nuestros frágiles conjuntos cerrados. 

Las personas tenemos reacciones emocionales antes de que la conciencia entre a mediar. Esas emociones se convierten con frecuencia en el ángulo que usamos para digerir toda la información asociada al estímulo que provocó el ambiente de ansiedad. Si es cierto que en ambientes de ansiedad somos propensos a buscar más información, y que además buscamos información que confirma nuestras creencias, las condiciones están dadas para someternos voluntariamente a un ciclón de miedo y a un contexto interminable de ansiedad. 

Repito. El miedo es UNA de las posibles reacciones a un estado de ansiedad. Las emociones, el miedo incluído, tienen un componente cognitivo que puede ser consciente o preconsciente y que es generado como respuesta a eventos o hechos percibidos, recordados e imaginados (Marion; 232). Según cinco estudios citados por Marcus, realizados entre 1979 y 1995, hay evidencia que sugiere que “la instrucción de poner atención a las emociones, no inhibe la valoración afectiva, pero reduce la atención a la emoción e incrementa la atención hacia los pensamientos”. 

La valoración afectiva, o sea el miedo, está allí, es natural, e inhibe nuestros pensamientos, solo si así lo elegimos. ¿Qué tal si una forma de combatir los estragos que está produciendo el miedo (inducido o real) pudiera empezar con hacernos una simple pregunta ante información que detona ansiedad: “¿qué siento?”, ¿qué sentimos?. Aparentemente, solo formular esa pregunta invita a nuestro pensamiento a calibrar nuestro comportamiento para portar el miedo con inteligencia.  (Ver entrada de inteligencia afectiva)


Un problemita para futuras discusiones. 

Los hallazgos de Marcus sobre la propensión a buscar más información y más precisa fueron publicados 6 años antes de la aparición de Facebook y 9 años antes de la proliferación de Twitter, hoy fuente incontenible de información sobre asuntos públicos. Detrás de estos hallazgos que sugieren que las personas vamos a buscar más información en contextos de ansiedad, se oculta el supuesto de que las personas estamos buscando y encontrando la información correcta. De hecho existe evidencia precisamente  de lo contrario. Buscamos aquella información que de manera más superficial refuerza nuestras creencias existentes (Miller & Krosnik 1996; 79) y nos saciamos con información suficiente, no óptima, para emitir nuestros juicios de valor.  La bomba de tiempo que significa un contexto de ansiedad con circulación vigorosa de información falsa que refuerza las creencias de quienes siempre se negarán a reconocerla como falsa, es un tema que amerita una discusión posterior. 


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Neuman, Russell, Marcus, George y Mackuen, Michael (2000). Affective Intelligence and Political Judgment. University of Chicago Press.
Neuman, Russell y Marcus, George et all (eds) (2007). The Affect Effect: Dynamics of Emotion in Political Thinking and Behavior. University of Chicago Press.🌟