domingo, 10 de mayo de 2020

Afecto y cognición: la tensión entre razón y pasión en la valoración de asuntos públicos

Hace unas semanas estuvimos revisando con unos amigos los resultados de la encuesta de Gallup realizada en Colombia durante la emergencia del COVID-19 hablábamos de algunos resultados aparentemente sorprendentes. 

En las diapositivas 56, 57 y 58 se observa una aparente contradicción cuando las personas reportan sentirse “enérgicos y vitales” 69%, “felices” 58%, con “miedo” 62% y “deprimidos 40% - varios tuvieron que responder dos o más de estas emociones. Adicionalmente, el 74% de los colombianos se siente optimista. Una diapositiva más adelante, el 97% reportar querer mantener las restricciones de eventos de más de 50 personas, 95% quieren mantener bares y discotecas cerradas y 92% quiere mantener el cierre de fronteras.

¿Son estos hallazgos contradictorios? Es esa simultaneidad de emociones contradictorias, en esos niveles de intensidad una especie de locura, como reclama un amigo que le gustan las cosas blancas o negras. En una entrada reciente, detonada por la misma conversación entre amigos sobre la forma en la que las distintas sociedades han reaccionado a la emergencia del coronavirus, me referí al miedo como una reacción muy específica estudiada con frecuencia por la psicología política. En esta ocasión, recurro también a Marcus y Neuman para entender las aparentes contradicciones de las emociones ciudadanas en contextos de entusiasmo o ansiedad. 

 

Afecto y cognición. 
 
El afecto es el motor del comportamiento y de la relación entre el afecto y la cognición. El cerebro es una máquina para sentir que hemos domesticado para pensar y realizar operaciones abstractas complejas que van desde el álgebra hasta la creación de mundos alternativos a través del lenguaje.

Nuestros sistemas políticos contemporáneos privilegian la razón, hija dogmática de la ilustración, y tienden a desestimar el rol y el valor del afecto en la esfera pública. Manin (1997), Lakoff (2008), y Marcus (2000, 2007) desarrollan, cada uno desde un ángulo diferente, el argumento del privilegio a la razón y el desprecio de las pasiones, o la emoción, en la construcción de nuestras democracias representativas vigentes. Se asocian con frecuencia las valoraciones emocionales de asuntos políticos a la manipulación y al extremismo.

Esto plantea una tensión entre el afecto y la inteligencia (Marcus; 2007, 14). Marcus y Neuman proponen la idea de inteligencia afectiva para sintonizar, y no oponer, el rol de la emoción y de la razón como dos facultades funcionales y muy reales en la manera en la que nos relacionamos con los asuntos públicos. 

Marcus, contrario a la literatura habitual de los siglos XIX y XX propone que “el afecto y la razón son estados mentales complementarios que interactúan en un delicado y altamente funcional balance dinámico” (Marcus; 2000, 2). Los sistemas afectivos definen cómo reaccionamos a la novedad y la amenaza o definen la confianza a hábitos establecidos. 

Para explicar la relación entre el afecto y la inteligencia explica la existencia de dos sistemas que operan de manera automática y preconsciente al ser expuestos a información de nuestro entorno. El sistema dispuesto (disposition) y de vigilancia (surveillance). El sistema dispuesto confía en nuestras valoraciones emocionales para controlar la ejecución de hábitos. El sistema de vigilancia, por otro lado, escanea el ambiente para advertirnos sobre cosas que pueden causarnos daño (Marcus; 2002, 10). 

El modelo de inteligencia afectiva sugiere que cuando estamos ante una actividad rutinaria, operará nuestro sistema dispuesto y que cuando somos expuestos a información que activa nuestro sistema de vigilancia (información novedosa, inusual o amenazante) abandonamos los juicios o canales de decisión habituales (Marcus; 2000, 95-101). No se trata únicamente de información contextual que lleve a las personas a sentir amenaza física, sino también que amenazan su visión del mundo o su realidad percibida (Marcus; 2000, 112-118). Marcus, en particular sugiere como resultado de su investigación que cuando una persona siente peligro, no solamente pone más atención al mundo exterior, sino que también dedica tiempo consciente a pensar sobre lo que debe hacer. 

En pocas palabras, uno de los hallazgos más relevante de Marcus en 2000 y confirmados en 2008 es que cuando hay contextos de ansiedad, las personas tienden a poner más atención, a buscar más información y a aceptar información nueva, y abandona su sistema habitual, dispuesto, de toma de decisiones (Marcus; 2000, 103). 

Estas investigaciones coinciden con un estudio de Kinder y D’Ambrosio sobre la transformación de la opinión en Estados Unidos alrededor de la Guerra en el Golfo que concluye que no son la emociones, de manera general, sino la ansiedad específicamente, la que impulsa a las personas a tomar decisiones racionales (Marcus; 2000, 108).  

La aparente contradicción entre las emociones que reportan de manera mayoritaria colombianos que se encuentran en este momento expuestos a retos económicos, incertidumbre en salud y su apertura a mantener decisiones restrictivas por parte de las autoridades, más que una contradicción reflejan esa conversación intensa y permanente, de frágil equilibrio, entre el afecto y la cognición. 


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Manin, Bernard (1997). The Principles of Representative Government. Cambridge University Press: Melbourne. 🌟
Neuman, Russell, Marcus, George y Mackuen, Michael (2000). Affective Intelligence and Political Judgment. University of Chicago Press.
Neuman, Russell y Marcus, George et all (eds) (2007). The Affect Effect: Dynamics of Emotion in Political Thinking and Behavior. University of Chicago Press.🌟

sábado, 9 de mayo de 2020

PODCAST: 3 enemigos comunes del en el buen manejo de la información durante las emergencia de Ébola y COVID-19

El pasado 5 de abril compartí unas reflexiones que realizamos con el equipo de buho sobre lecciones aprendidas que extraemos de la medición del debate público durante el brote de Ébola en la República Democrática del Congo.

Identificamos tres enemigos del buen manejo de información que pueden hacer que una situación social y política en medios de una epidemia pueda empeorar: Los rumores, las descentralización y la desconfianza.

Compartimos con ustedes un podcast en el que desarrollamos nuestros hallazgos. 

domingo, 3 de mayo de 2020

El miedo en la política: entusiasmo y ansiedad

La semana pasada, hablando con unos amigos sobre el miedo en el contexto de la emergencia del COVID-19, algunos recordaban cómo en algunas ciudades de Colombia, en lugar de aplausos, el personal médico está recibiendo portazos y mensajes de rechazo. Otros hablan de cómo sus vecinos estaban poniendo en marcha protocolos exigentes de alcohol y amonio cuaternatrio para las verduras y hasta para los visitantes.

Me puso a pensar sobre lo que sabemos del miedo en relación con los asuntos públicos y quise retomar algunos elementos de este debate, tal vez den pistas sobre los retos a los que se enfrentan gobiernos y comunidades en un ambiente extendido de ansiedad.

En esta primera entrada sobre el tema recojo la revisión de Neuman y Marcus (2007; 10), a la literatura sobre la centralidad del afecto en las decisiones sobre asuntos políticos y las principales escuelas para hablar de las emociones. Ellos hablan de 3 modelos de pensamiento para estudiar las emociones: Modelos discretos, modelos de valencia y modelos multivariados. Estos son relevantes, porque en ellos está contenido, de maneras diferentes, con notables coincidencias, el miedo.

El primero es el modelo discreto. A quienes todavía recuerdan algo de las clases de matemáticas de primaria (no es mi caso) les resultará fácil imaginarse cómo funcionan las emociones en este modelo apelando a la figura de las variables discretas. El modelo discreto supone que las personas tenemos valoraciones o respuestas (appraisals), que las respuestas emocionales son las mismas, sin importar el contexto cultural, y que cada emoción es mutuamente excluyente de las demás.

El modelo discreto, aplicado al comportamiento político en los setenta, reconocía 7 estados de ánimo primarios: esperanza, orgullo, simpatía, disgusto, incomodidad (uneasy), rabia y miedo. Esta escuela ubica al miedo en el renglón de las emociones detonadas por contextos de incertidumbre, representada como una emoción negativa. A éste se contrapone la esperanza, como una emoción positiva que, como el miedo, surge en contextos de incertidumbre. Es decir, un contexto de incertidumbre puede detonar una valoración positiva: esperanza, o una negativa: miedo en un individuo, sin importar su contexto cultural. Si entiendo bien, significa que la misma persona no puede sentir esperanza y miedo al mismo tiempo como respuesta al mismo estímulo.

El modelo de valencias o “standard valence” sugiere una única dimensión bipolar que se desplaza entre entre agrado (acercamiento) desagrado (distanciamiento). El modelo postula también que las emociones positivas y las negativas son mutuamente excluyentes y son presentadas como caras opuestas de la misma moneda.

En este modelo, el miedo también se encuentra frente a la esperanza y se desprenden de un árbol de reacciones que lo ubican en la cadena asociada al resultado de eventos con consecuencias relevantes para el individuo que las experimenta (Ortony, Clore and Collins, citado en Marcus; 2007, 10).

El tercer modelo, el dual y multivariado, sostiene que dos sistemas emocionales independientes procesan el flujo entrante de información sensorial y estas valoraciones subjetivas se manifiestan en variaciones del ánimo (traducción propia Marcus; 2000, 146). Es decir que 1) las reacciones emocionales no son mutuamente excluyentes al mismo tiempo y para el mismo sujeto y 2) surgen de dos procesos emocionales preconscientes: entusiasmo y ansiedad.

A diferencia del menú limitado del modelo discreto y del modelo de valencias, el multivariado identifica 48 emociones. Todas, dice Marcus (2000, 149), son dimensiones del entusiasmo y la ansiedad, conceptos extraídos de las neurociencias. Bajo este modelo, el miedo (fearful), aparece rodeado de nervioso, cansado, molestia, en el cuadrante más intenso de ansiedad y bajo de entusiasmo.

Para resumir; hay tres componentes del miedo en la política que parecen ser consistentes en casi toda la literatura. 1) El miedo es una respuesta, de muchas 2) el miedo es una respuesta en contextos de ansiedad y 3) el miedo parece estar siempre contrapuesto a la posibilidad de la valoración de esperanza en contextos similares.

En una siguiente entrada quisiera, siguiendo los argumentos la la investigación de Marcus y Neuman, revisar sus hallazgos sobre la inteligencia afectiva y cómo los comportamientos del ciudadano son afectados por las respuestas emocionales generadas por ciertos contextos, especialmente la ansiedad y el entusiasmo.

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Neuman, Russell, Marcus, George y Mackuen, Michael (2000). Affective Intelligence and Political Judgment. University of Chicago Press.
Neuman, Russell y Marcus, George et all (eds) (2007). The Affect Effect: Dynamics of Emotion in Political Thinking and Behavior. University of Chicago Press.