miércoles, 22 de febrero de 2012

Lecciones de las elecciones: #4 Cuando 10 voluntarios valen más que 1,000

En la lección aprendida #3 (Oficios inoficiosos en la producción de contenido) reflexionamos sobre la energía que se tiende a desperdiciar en la implementación de los productos de comunicación de campaña. Allí nos concentramos en los riesgos que corre la campaña al dejar que grupos desestructurados intervengan en la producción de contenido, y al permitir que el candidato micro-administre las piezas de comunicación.

En la lección aprendida #4 queremos hablar sobre el rol de los voluntarios en el componente comunicativo de la campaña. Alertamos sobre el riesgo que corre la campaña cuando sus voluntarios no tienen reglas claras y disciplinadas de comunicación.

La participación de los voluntarios es crucial a la hora de poner en marcha iniciativas de la campaña. Su energía, entrega, disponibilidad de tiempo y, por supuesto, bajo costo, los hacen un insumo valiosísimo para cualquier candidato. Los voluntarios creen en la causa, quieren al candidato, trabajan duro y son, por lo general, un voto asegurado.

Sin embargo, en escenarios de comunicación electoral, los voluntarios pueden poner en riesgo la campaña al no tener una disciplina del mensaje. No es raro que en medio de su contacto permanente con el ciudadano -salidas, entrega de volantes, manifestaciones- los voluntarios se enfrasquen en conversaciones con apáticos, indecisos y seguidores de otros candidatos. Estas conversaciones, cuando no se alinean con el mensaje de la campaña, lo distorsionan; generan conversaciones que nada tienen que ver con el mensaje de campaña y por el contrario, en lugar de ayudar, terminar por llenar de ruido la conversación que el candidato está tratando de sostener con los ciudadanos.

De los voluntarios salen magníficas ideas. No se puede negar que ellos son, con frecuencia, la fuente del ritmo de una campaña.  Pero cuando se trata de la disciplina en el mensaje, la emoción, la convicción y la entrega pueden resultar en desorden, desestructuración y complejidad. Los voluntarios deben ser entrenados en el mensaje si van a ser expuestos a una relación permanente con los ciudadanos. Deben tener la disciplina de un evangelizador o un vendedor de Herbalife: Pocos mensajes, pocas palabras y un objetivo claro.

Esta reflexión nos lleva a otro punto crucial. Un voluntario ES un mensaje. Lo sola presencia de los voluntarios, con camisetas y banderas, es el mensaje de campaña. La forma en la que se organizan, su uniformidad, la manera en la que se tratan y su disposición al momento de relacionarse con el ciudadano, dicen algo del candidato; normalmente aquello que está predispuesto a interpretar el ciudadano. Diez voluntarios con un mensaje claro, ordenados, orientados a objetivos en la comunicación, valen más que miles de voluntarios caóticos, armados decenas de arengas y desordenados.

Si esto es cierto para los voluntarios expuestos al contacto con los ciudadanos, lo es aun mas para los voluntarios en las redes sociales.

Ninguna campaña debería aventurarse hoy a hacer una apuesta electoral sin un grupo de voluntarios generando contenido en redes sociales. Aún así, el “batallón de voluntarios” en redes sociales, debe responder a un protocolo de comunicaciones. Ser voluntario en redes sociales no significa apoyar al candidato según el buen (o mal criterio) que acompaña la buena intención.

El voluntariado en redes sociales debe responder al ritmo de campaña, saber cuál es la posición del candidato, no publicar lo que le gustaría que fuera. El voluntariado no tiene que responder a todo ni reaccionar a todo, debe hacerlo de acuerdo a las prioridades de campaña. Cuando el voluntariado es libre, normalmente comunica lo que le gustaría que fuera el candidato y la campaña, no lo que la campaña ha elegido comunicar. 

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Laboratorio de Global NewsIntelligence Latinoamérica
Juan Fernando Giraldo @JuanFGiraldo